miércoles, septiembre 13, 2006

Un trozo de letras

He sido preguntona desde el inicio de mi camino.

Sigo repelando al tiempo por moverse hacia adelante y no hacia atrás. Aunque curiosamente dos relojes que he tenido se empeñaban en girar a la izquierda.

Vivo en un mundo donde las preguntas se hacen en voz baja e invariablemente molestan. Terca me rebelo y sigo pregunte y pregunte. Tengo dudas de todos colores, sabores, tonos, texturas y olores.

Al inicio de mi encuentro con las letras, recuerdo que la letra A me hizo cavilar mucho... ¿Qué era? ¿De qué me servía saber que A era A y sonaba a A? Tenía seis años y alguien que amo (por sobrevivir a mis preguntas y siempre responderlas) me dijo que sólo era un instrumento para entendernos, que por si sola no servía de nada, que tenía que usarse con muchas otras y entonces comprendería para que servía.

Hoy y desde entonces el lenguaje me atiborra las venas. Y a veces es tanto, que derramo en esta página aquello que viene sin filtrarse. Esas letras que rellenan un cauce que se ha llenado de inquietud. Traigo a las letras para que canten lo que yo germino.


Me hundí en la selva,
vibrante fuí su latido.

Me convertí en musgo,
árbol goteando rocío.

Me devoré el rugido
de la niebla matutina.

Canté a la santa tierra,
como un jaguar de día
y nocturna... como un grillo.


Zaz