Me muerde

Me muerde la noche el miedo.

Un silbido de aire me alcanza,
se cuela entre resquicios viejos,
repletos de recuerdos infames.

Trae la tensión recalcitrante
que galopa sobre este latido.

El cansancio desarma vigilias,
que despertaremos mañana
sin cueva para guardar la calma.

Silencio... gotea el silencio.

Cruje mi olor con nombre.

Miedo.

Zaz

Mi mejor abrazo siempre va en letras...

Tengo el libro de él.
Aquí.
Aún derrama olor a nuevo,
certero.

Eme vibra de emociones
dentro de sus brazos azules,
aún cuando en este instante
rueda en un destino rojo,
que avanza al filo de luna.

Incrustaré mis pupilas ciegas,
a las huellas casi difuminadas
en un sendero que canta,
entre-cielos...

Zaz

Andando...

Hoy me bebí la alameda
incluso con su melodía.

Desarmé el recuerdo vago
con el destello avellana
de unos ojos muy suaves.

Esta tarde se resuelve,
se acaba, se abraza,
en las piernas del día.

Zaz

Me voy

Por la misma vereda.

Me marcho.

Anunciando que se secan los días y divago.

Voy olvidando.

Altiva la mirada se ufana y se prende del viento.

Avanzo.

El cuello sonríe abrazando el horizonte redondo.

Renazco.



Z

un día cualquiera

Se acuerda la explanada de su olor rojo,
llamarada de lamento que sigue aullando.

Mano dura que aplasta el mosquito
que ronda y fastidia con el zumbido.

Vamos incrédulo que no es para tanto,
deja de gritar con tu guante blanco.

¿Acaso había otra forma de cercenarnos?

¿Dónde se lapidó la fuerza acribillada?

¿Y dónde está la voz castrada de ésos,
los títeres que también fueron miles?

Seguiremos barriendo las baldosas mudas
que aún muy tenue siguen oliendo a rojo.



z